Galería Obsidiana. 2003.
Conversación en torno a la cámara cerrada
Entre Lucy Angulo Lafosse y Mihaela Radulescu
En una aproximación global a la obra plástica de Lucy Angulo, su pintura se revela como un medio para crear espacios visuales que crecen formalmente entre lo abstracto y lo simbólico, aparentemente capturados en la tela pero activos en la mente de quien los mira, donde se desarrollan como entornos mentales, estimulantes de sensaciones, recuerdos o ideas. El espacio creado asume valores de expresión, comunicación y acción. El desafío no consiste sólo en lograrlo en el simulacro de la tela sino también en construirlo como potencial de contenidos y no como lectura de los mismos. En este sentido, es un manantial, no un espectáculo. Fluye directamente hacia el imaginario de cada uno y entabla con él relaciones privadas. No obstante, el territorio configurado tiene una identidad, la memoria colectiva y sus referentes espirituales : la búsqueda de la unidad frente a las tensiones de la dualidad, el viaje iniciático, los misterios, los secretos de la construcción.
En este ciclo, el más reciente, la pintura desarrolla sentidos arquitectónicos que provocan constantemente el ingreso. Además, los arquetipos arquitectónicos albergan formas que expanden sus sentidos hacia las sensaciones de vuelo, sonidos y música, hacia la presencia de seres, huellas de antiguas civilizaciones e inscripciones en un lenguaje críptico que relaciona los cuadros en una especie de crónica fragmentada, donde el color advierte sobre la densidad afectiva del territorio vislumbrado. Tuve la ventaja de poder confrontar mis impresiones con Lucy Angulo, ante sus cuadros, en su casa-taller, uno de los lugares más acogedores que conozco. He aquí parte de nuestra conversación.
M.R.- Hay una aventura en toda búsqueda, sobre todo en aquélla que busca el sentido de las cosas. Estos cuadros fundan un mundo arquetipal, cuyas revelaciones parecen encaminar hacia la comprensión de la existencia, a partir de elementos como la tierra, el tiempo, la construcción, la memoria, el pasado, el cuerpo , el espíritu. Es una aventura del conocimiento, cuyos portales se abren sobre la posibilidad constitutiva de la existencia. Hay ciertamente ” una puesta en práctica de la verdad ” como diría Heidegger.
L.A.- Creo que la base de todo conocimiento está en las formas de construcción. Quise acercarme a las formas para comprender el origen de toda construcción, entender sus ritmos y grados, la razón de sus formas, como el triángulo o el cuadrado. ¿ A qué iba a llevarme todo esto ? No lo sabía. Todo comenzó con manchas, con una especie de mapas, para ubicarme en un espacio virtual. Luego, todo se fue diversificando. Del espacio abstracto de la pintura, como del espacio abstracto del pensamiento, surgieron códigos, redes, muros tallados o cincelados, lugares que por ratos parecían conocidos, pero no necesariamente lo eran. La pintura se llenó de lugares, como zonas del alma, como una arquitectura que remitía a los inicios y me inspiraba una profunda tristeza, impregnada de resentimiento, porque la conciencia humana no puede en estos tiempos tener acceso a lo que surgía.
M.R.- Esta dificultad revela una situación del ser en relación con lo sagrado, la vida, la existencia, bastante frustrante. Que, desde luego, experimentamos a diario. La falta de acceso, la mirada corta, el muro que amputa el horizonte. Y que, tal vez, habla de la dificultad de conocernos a nosotros mismos, como individuos, además de desconocernos como mundo. Pero, por otro lado, tus pinturas son lugares de correspondencias entre el interior y el exterior, y como tal proponen implícitamente una única casa del ser. La presencia tentativa de la totalidad, en esta poética de la mirada en la cual tienen cabida la metamorfosis y el pan determinismo, hace desaparecer la ruptura entre materia y espíritu, entre sujeto y objeto, entre el yo y el mundo exterior. Tal vez sobre esto hablan las inscripciones que recorren los cuadros, uniéndolos en un mensaje, aunque no legible. ¿ Cómo surge este lenguaje críptico, estos signos?
L.A-. ¿ Cuándo y porqué aparece un lenguaje ? Hay una conversión de las formas, que comienzan a organizarse en una especie de colmenas donde se guardan códigos, sistemas. Surge así un lenguaje, como las huellas de un eco. En esta arquitectura que alberga formas y códigos, los signos que surgen tienen algo de letras, o palabras, o sonidos. Yo los siento como formas del Verbo. A medida que surgían, sentía que estaba develando algo, que descubría un tesoro. Un tesoro de códigos espirituales, o culturales, no sé, que hablaban del mundo y que estaban guardados en esta arquitectura de colmenas. Por esto llamé el conjunto de las obras ” La Cámara cerrada “. La llamé ” cámara ” por sus varios sentidos. Más que un cuarto, puede ser el ojo de uno mismo, el entendimiento, la conciencia. Porque estos tesoros están muchas veces en nuestra cotidianidad. Pero, ¿ tenemos la conciencia despierta para verlos ?
M.R.- La obra es catártica entonces en la medida en que nos hace reconocer nuestros límites . Como apertura a la verdad, su rol podría ser no tanto darnos acceso a una visión de la totalidad, sino hacernos sentir la experiencia de nuestra falta de acceso. Podría entonces hacernos pensar en nuestra realidad cotidiana. O articular la realidad cotidiana con la condición humana por lo general. Podría despertar nuestra sensibilidad para conectar ideas y realidades.
L.A.- Hay situaciones que lo hacen propicio, como al sentir amenazas, cuando la atención se acelera. Una amenaza de guerra, por ejemplo. Entonces uno presta más atención y recién puede descubrir en nuestra cotidianidad símbolos, espirituales y culturales. Creo que en este momento el mundo está más despierto. Hay muchos cambios en el planeta. Comienza a aparecer otra estructura en el mundo político. Se siente la velocidad en el cambio y así se pueden abrir con mayor facilidad los recuerdos ancestrales, previos a nuestros desarrollos culturales, la memoria ancestral. O tal vez, más que recuerdos, se trata de otra información que la memoria permite que salga y se manifieste por estos códigos. Puede tratarse de la recomendación más antigua del planeta, conócete a tí mismo. Para ello, remite a los inicios. Por ello, los cuadros son como portales.
M.R.- Como portales, recuperan lo que Benjamín llamaba el carácter de iluminación profana del arte. Tienen por tanto un componente iniciatico y como tal trascendental, pero sus sentidos se apoyan en la presencia de algunos elementos concretos, aunque las fronteras entre las formas realizadas y lo preformal queden anuladas. El poder de referencia de estos elementos les da cierta fuerza hipnótica y desde luego, indica un querer decir. Varios de ellos son evidentemente arquetipos universales.
L.A.- Descubrí árboles y piedras, o formas que están en mi cultura, como ciertas imágenes que remitían a las cabezas clavas de Chavín. Pero también hay gárgolas. Por ratos, se sentía la presencia del papel, de la tinta, pero con otra configuración. Hay imágenes antropomórficas, que pueden relacionarse con códigos culturales y comunicativos, pero lo importante es que aparecían, no las buscaba. Lo que es bastante claro es que las referencias van a las culturas iniciales que conformaron nuestra estructura mental, como un código genético común. Las presencias son arquetipales, por ello se dejan ver animales, felinos, por ejemplo, o monstruos. No invento formas. Las imágenes están, las formas se manifiestan, desde adentro, desde lo interno, como desde una súper alma, un universo interno.
M.R.- En su conjunto, las pinturas parecen crear un escenario virtual que tiene la fuerza de ponerlo a uno ante los enigmas, ante su propia angustia y limitaciones, ante su deseo de saber , ante la aventura del conocimiento. Pese a las diferencias de formas, texturas, color o estructuras que hacen de cada cuadro una perfecta individualidad, sí se experimenta la presencia de un discurso, de un seguimiento apasionado, de una aventura personal.
L.A.- Sí hay continuidad entre todos los cuadros, una continuidad de sistema, de lenguaje. Es como una crónica, un vertimiento por el cual lo valioso que podría estar encerrado – lo más valioso para nuestra humanidad – está manifestándose. Hay un ritmo de complementariedad de cuadro a cuadro, por ejemplo a un cuadro de tierra le sigue cronológicamente un cuadro aéreo. Lo simple, lo sutil y lo sagrado, son rasgos que establecen vínculos entre todos los cuadros. Hay luz y oscuridad, siempre. Hay vuelos, hay fuegos, hay formas que flotan, que apelan a otro nivel sensorial, más sutil. Como para captar que nuestro planeta y nosotros cambiamos todo el tiempo y cada vez más rápido. Percibir el movimiento del tiempo, esto es, desarrollar la sensibilidad ante la dimensión del tiempo. Desde el laberinto más completo, que es el cerebro. Desde la red de contención , en la que todos estamos insertados. Desde un mundo-espejo, que mitifica los cambios.